martes, 30 de enero de 2024

Despiertas


 las palomas me recuerdan la mañana. El mate se vuelve sangre y una hamaca lejana, aún se mece junto a ramas y alas, siguiendo la música de este viento sur que despabila a ese robot futuroso en mis tiempos de tobogán, hoy, mutado tan sólo a una montaña férrica desprolija.


Lo tibio me retorna idílicamente a un útero materno, sin dejar de pensar que estoy más cercana a un montón de maderas que desgajarán mis huesos; quizás por ello añore la inocencia del no saber, o del saber demasiado.  



¡Cómo no despertar y agradecer cada rayo, cada ráfaga, cada vuelo!



Si el viento sigue firme y a paso lento, desmembrando las ocres hojas que viajan eternamente sin rumbo; y desmembrandome, en un millar de imágenes viejas, como fotos en sepia que deambulan por el parque y  deslizadas por la barranca, llegan hasta el río.



A este río, que se lleva con sus aguas los recuerdos, a girar por remansos impensados

y flotar… o mantenerse a flote, que no es lo mismo.


Otro sorbo de sabia verde me invade, y el gusto verde me agita el campo que llevo dentro, verdes árboles, verde pradera, verdes los loros que invaden mis pasos, mientras transito esta franja libre, de una memoria esperanzada en las estampas del sentimiento.


R.R.





viernes, 26 de enero de 2024

Candiles


Cuántos ojos mirarán hacia el Este

en las noches en que el viento mece las hojas

remueve y mezcla los aromas

de azahares, tabacos y verdes.


Esas noches inmensas y oscuras

con estrellas suaves que alumbran apenas

candiles sumisos de la magia ajena

por donde los ojos se escapan y vuelan.


Sentir el letargo que duerme en el centro

creer la nostalgia una compañera

saber que el albor limpiará esta condena.


Declararse entonces con ojos hacia adentro 

en cielos gestados por lunas barrocas

estar y no estar, inercia y derrota.


                                                       R. R.