lunes, 4 de noviembre de 2024

La Casa

 La casa de los abuelos paternos, una especie de magnífico edificio, no en el sentido materialista sino en la más estricta mirada sentimental.

Misiones 622, en esta bella ciudad, Paraná.
Dos paraísos bordeando la vereda de ingreso, una verja y tres o cuatro escalones que permitían el ingreso a la morada.
La puerta de ingreso siempre sin llaves, sin trabas que alejaran a quienes desearan acercarse.
En el fondo, el limonero, el malvón, la cola de zorro y el horno de barro
Los moradores, una típica familia de aquellos años...
Un hombre de porte delgado, escasos cabellos, la piel muy blanca y los ojos celestes y cristalinos como el agua fresca; una mujer de espaldas anchas, cabellos negros, ojos negros profundos y la mirada mas serena que recuerde
El abuelo y la abuela... que luego de una vida de esfuerzos habían conseguido ir levantando ladrillo a ladrillo aquel espacio donde habían criado sus cinco hijos y albergado a quien sabe cuántos inquilinos en sus habitaciones.
Ya no quedaban vestigios de aquel almacén al que acudía todo el barrio en procura de su pan casero con chicharrón; ni de la “Estanciera” que durmió en el mismo sitio luego que el almacén se transformó en garage.
Ahora los hijos varones casados y los nietos, venían de visita. Y las fiestas... momentos mágicos donde la gran familia se reunía en largas mesas con manteles floridos, repletos de limones a los que llenaban de escarbadientes  y simulaban erizos listos a devorar todo lo que allí se servía.
Todos hablaban a los gritos en esos espacios tan grandes y los primos que sólo nos reuníamos para esas ocasiones, jugábamos a las escondidas y ¡sí que había lugares para hacerlo!, o corríamos jugando a la cachada entre los adultos atropellándolos y ligando mas de un coscorrón o recorriendo todos los lugares de la casa pues todas las habitaciones tenían puertas que se comunicaban y todo se trasformaba en un gigantesco laberinto.
¿El lugar más preciado? Un extraño recoveco que se hallaba en un rincón del garage y se formaba por la parte inferior de una escalera. Allí todo era muy oscuro y tétrico, el abuelo guardaba sus herramientas y también sus salames, motivo por el cual no dejaba que nos acercáramos.
Mientras todo esto ocurría, la abuela con sus ágiles manos, preparaba sus empanadas y pastelones espolvoreados con azúcar, mientras el abuelo hacía su mejor carne al horno con batatas para agasajar a esta familia que ambos habían logrado.
Las mujeres preparaban las ensaladas y los hombres se reunían junto a la mesa a ejecutar el incansable repertorio de chistes que fiesta a fiesta, sin cambiar siquiera una palabra, repetían como loros. Claro, los chicos no entendíamos mucho de eso pero igualmente imitábamos la sonrisa de todos.
Las mesas vacías no daban a basto a la hora del almuerzo y la algarabía brotaba como emanación de aquel momento de encuentro. Y ni decir si algún vaso era derramado y la abuela con su mano empapaba las frentes de quienes tenía a su alcance diciendo “alegría, alegría” y la verdad, aunque era un momento muy ameno, a mí no me daba alegría si embriagaban mi flequillo con vino.
Las sobremesas eran interminables y los gurises nos íbamos con las tías que siempre nos cantaban con su guitarra o bien buscábamos algún lugar donde descansar la modorra que da la comida...
No sé bien si eran días enteros o sólo horas las que allí pasábamos, sólo recuerdo que eran momentos muy felices.
Y la vida..., que sigue..., que no espera...; la vida se fue llevando de a uno a los abuelos y la casa se fue quedando vacía, y todo lo que en ella había se fue apagando como la vida de estos hermosos viejos que la construyeron...
Los años pasaron, crecimos, ocupamos la mentes en otras cosas, nos llenamos de otras preocupaciones; y la casa..., la casa cambió de dueños y fue remodelada.
Aún hoy paso por el frente, la miro y aunque no es la misma fachada, casi puedo verme como rodeada de una nube, sentada en su portal jugando a la “payana”.
Cambió su color en las paredes del frente, sus puertas y ventanas, sus plantas del jardín. Tal vez adentro haya cambiado por completo...
Pero hay algo que nunca cambiará. No cambiarán las imágenes que llevo en mi recuerdo, ni el aroma que emanaba su cocina, ni los gritos de niños correteando, ni la sensación de frescura en las siestas de verano, ni la imagen del abuelo, tan elegante llevando a su dama en brazos al compás de un vals.
Y estoy completamente segura que cualquier espíritu sensible, que logre ingresar en ella, podrá sentir lo que emana de sus pareces y cimientos; podrá experimentar, aunque sea por un breve segundo, esa sensación de felicidad a la que hago referencia en estas pocas palabras.

                                                      R.R.


domingo, 8 de septiembre de 2024

Insomne

 Mis pupilas insomnes sueñan

esos arroyos que penetran mi cauce

que profanan mi orilla


brotan, en tus dedos dormidos

los acordes infinitos

de alguna extraña cadencia


miradas en la oscuridad

-rendidas, cansadas, disipadas-

buscan mis alas repletas de plumas


y sólo entonces son

mis pupilas desveladas

las que te sueñan. 

                                          R.R.



lunes, 19 de agosto de 2024

Descubri/miento

Recuerdos de pastizales secos…

pasos entre redondas piedras

                                         pulidas,

de tanto ahogarse

cada vez que el agua les ha llegado al cuello

y a lo lejos

los ojos derramados entre las altas cumbres

que posan la más bella foto

                                                 (hacia el norte).

 

Cada foto trae a  la memoria

angustias en colores áridos

y esa belleza farsante

dio a luz un espeluznante negro.

 

Creía en tu voz

Ideaba las palabras de tus silencios

inventaba miradas

y eran tan vívidas

                           las caricias no dadas…

 

El tiempo

                        sabio tiempo…

Sitúa las cosas             las palabras

los recuerdos              y  los sentimientos

             en el exacto espacio.


                                                      R.R.



martes, 28 de mayo de 2024

Poema XXIX

 Allí nos quedaremos

con las manos inertes

como estatuas de mar, de sal.


Guerreros de una misma guerra

armados, amados

viendo alejarse los candiles

                        sin importar.


Y seguir sintiendo

      sintiendo más

aún cuando ese irse trae a golpes

los retoños de lo cierto.


Algunas veces, olvidamos lo que somos

enfrentamos a un ejército entero

y luchamos contra viento y marea.


Estatuas de sal, de mar.


                                                     R.R.



miércoles, 6 de marzo de 2024

martes, 27 de febrero de 2024

Verde

 Escapé de ese plagio


ataviado de opulencias


donde una paradójica aspa plástica


parte el aire en filamentos


que componen 

                      horas, días, años.



Escapé del cerco terrenal demolido


para llegar a Natura

 

perder los ojos en utopías


con ansias de redimir lo perdido



y una vez allí


me quedé sintiendo


ese mar de espigas 

                             aún verdes,


que ondeaban la llanura.

                                             

                                             R.R





jueves, 15 de febrero de 2024

Lo árido

Tu aridez de piedra quieta

asomándose a mis ojos

despierta lento y profano


a mis pies descalzos



Resuenan ecos


parten desde los montes


transitan el campo


y llegan al tiempo justo


para descansar en los arroyos claros



Se aproxima la tarde temprana 


una estrellita la anuncia…


Mienten que traen la noche


esas nubes rosas que aplastan las horas



Y sigo sentada junto al arroyo

                          junto a la piedra

                          junto a la estrella


Miro tu cielo

                             y aún es el día.

                            

                                               R. R.




martes, 13 de febrero de 2024

Le Petite Mort

 Mis poros se electrocutan

pensando en retro…
Cada célula se aglomera,
en temblor sucumbe
y la idea de tus ojos…
                  tus ojos dentro de mí
resucita una lenta muerte
que parte de mi pubis
y místicamente se instala en mi mente.

R.R.



martes, 30 de enero de 2024

Despiertas


 las palomas me recuerdan la mañana. El mate se vuelve sangre y una hamaca lejana, aún se mece junto a ramas y alas, siguiendo la música de este viento sur que despabila a ese robot futuroso en mis tiempos de tobogán, hoy, mutado tan sólo a una montaña férrica desprolija.


Lo tibio me retorna idílicamente a un útero materno, sin dejar de pensar que estoy más cercana a un montón de maderas que desgajarán mis huesos; quizás por ello añore la inocencia del no saber, o del saber demasiado.  



¡Cómo no despertar y agradecer cada rayo, cada ráfaga, cada vuelo!



Si el viento sigue firme y a paso lento, desmembrando las ocres hojas que viajan eternamente sin rumbo; y desmembrandome, en un millar de imágenes viejas, como fotos en sepia que deambulan por el parque y  deslizadas por la barranca, llegan hasta el río.



A este río, que se lleva con sus aguas los recuerdos, a girar por remansos impensados

y flotar… o mantenerse a flote, que no es lo mismo.


Otro sorbo de sabia verde me invade, y el gusto verde me agita el campo que llevo dentro, verdes árboles, verde pradera, verdes los loros que invaden mis pasos, mientras transito esta franja libre, de una memoria esperanzada en las estampas del sentimiento.


R.R.





viernes, 26 de enero de 2024

Candiles


Cuántos ojos mirarán hacia el Este

en las noches en que el viento mece las hojas

remueve y mezcla los aromas

de azahares, tabacos y verdes.


Esas noches inmensas y oscuras

con estrellas suaves que alumbran apenas

candiles sumisos de la magia ajena

por donde los ojos se escapan y vuelan.


Sentir el letargo que duerme en el centro

creer la nostalgia una compañera

saber que el albor limpiará esta condena.


Declararse entonces con ojos hacia adentro 

en cielos gestados por lunas barrocas

estar y no estar, inercia y derrota.


                                                       R. R.
 

Recuerdos

Las ramas en lo alto te anunciaron... ellas saben del susurro del viento y del sonido de pasos que a lo lejos retumban. Hay un sol en cada v...