Llegaste un día cualquiera
buscabas cobijo
con esos enormes ojos fijos,
esa tierna mirada huérfana
y al tiempo
saltos… ladridos como abrazos
ronda de festejos
siempre siguiendo mis pasos
la solapa nos veía comer mandarinas
en las largas siestas de sol.
Todavía me pregunto
¿Qué perro come mandarinas?
Un rato de mimos
otro más de juegos
y cada vez que advertías mi tristeza
ponías tu hocico en mi pierna
me mirabas…
y era una comunión entre dos.
Te fuiste un día cualquiera
- así suceden las cosas
entre un perro y un hombre-
y hoy soy yo quien busca cobijo
en esos enormes ojos fijos.
A veces…
a veces te sueño
y lo consigo.
R.R.
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